viernes, 24 de septiembre de 2010

No se vuelva a embarcar.



Estaba sentado con Amanda y Josei, cerca del pabellón de las aulas H, en la UCA.  Platicábamos, de nada importante, sólo cosas banales: nosotros, los estudios, los amigos, la universidad, las relaciones y más. En fin, hablábamos de la vida misma. Estábamos inmersos en bromas y risas, cuando nuestra atención fue desviada de pronto, por una vez enronquecida y cansada.
 

“Buenas tardes muchachos, disculpen que los moleste, pero sobretodo discúlpeme usted, que es una señorita muy linda”, se presentó. Un señor, tal vez no mayor de unos cuarenta y cinco años, nos abordó de pronto, para pedir una ayuda económica.

Vino de Matagalpa a Managua, para buscar trabajo. Es conductor, con todas las categorías que la ley estipula. Vino al buffet jurídico de la universidad, por una oportunidad laboral, que al final no se materializó. El señor, nos enseñó su cédula y licencia de conducir, que carga en una pequeña bolista transparente. No las necesita, pues las recitó para comprobar su validez. Nos contó también, que fue a buscar trabajo a la cooperativa de transporte Parrales Vallejos, pero no se lo dieron, solamente por no contar con el seguro que ellos establecen. Su seguro pertenece a Mundial, y ellos exigen un seguro de INISER. El que él tiene vale $15, el de INISER vale $25. El de él vence en Noviembre, pero eso no les importó, sigue sin trabajo. No tiene como regresar a Matagalpa, ni cómo hacerle llegar comida a su esposa e hijos.

“Ahora ya sabe, no se vuelva a embarcar Don, saque mejor el de INISER”, le aconsejó Amanda. El señor ya sabía eso, pero no podía costear los diez dólares más que necesitaba. Al final, le ayudamos, con poco, pero le dimos algo. El señor nos agradeció, nos quiso bendecir. “No hace falta, ustedes ya están bendecidos” nos dijo, y desapareció, así de furtivo como vino.

No pretendo hacerme ver a mi a mis amigos como salvadores mesiánicos de los más desfavorecidos, ni recaer en el eterno debate si está bien o no ayudar a las personas que piden, porque siempre he detestado a aquellos que no solamente no dan, sino que también critican al que da y al que pide. No entiendo, cómo pueden tener la certeza de que la persona que anda pidiendo ayuda en las calles es un vil vividor, y no una persona en verdaderos aprietos económicos. Sin embargo, hay quienes dicen que es mejor dar y quedar con la duda, que no dar y tener la certeza. Tampoco es así. Hay personas inescrupulosas que prefieren mendigar en lugar trabajar, lo que es una canallada. Tal como reza El Nuevo Diario, “empleo no hay, pero trabajo hay en puta.” Dar o no dar a las personas que piden es una encrucijada, y queda a la conciencia de cada quién si creer o no en las palabras de esa persona que solicita nuestra ayuda. Cada uno es su propio juez, jurado y verdugo.

Al rato llegó Kasandai, con dos hermosas bolsas repletas de jocotes que compró fuera de la universidad. Empezamos a devorarlos. Los verdecillos frutos nos supieron más ácidos, por la historia de ese señor. Ya se había ido, pero lo más seguro es que continuó su recorrido por la UCA, pidiendo. Sabrá Dios cuántas personas lo ayudaron, tal vez ingenuamente, ni cuántos ojos acusadores se posaron sobre él.

Para la próxima, buen señor, no se vuelva a embarcar. Quédese en Matagalpa, busque algún medio de sobrevivencia allá, no venga a Managua, que acá no somos solidarios. Acá, no solamente no lo vamos a ayudar, sino que también lo vamos a criticar.

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