lunes, 6 de diciembre de 2010

Trabajadores de Microfer descansan en las bancas del Parque Memorial



Almorzamos a las doce en punto, casi con una disciplina militar. Donde reposan los (doblemente) aterrados, nosotros comemos. Jerry y yo atacamos las panas atestadas de arroz frío y frijoles negros -los rojos están demasiado caros-; el Chele y el Gato comparten el pollo en caldillo que sobró del domingo; el negro Dixon me regala un cigarro -el último se lo di a Kiloa-; y el sol azota Managua y nuestras pieles por igual, pues nuestro refugio -esta burbuja que nos hemos creado en una hora de almuerzo- es inútil.

Y eso que la feria ni siquiera ha empezado.




A los pies de los muertos
estamos nosotros.
Almorzamos, platicamos,
jodemos, chileamos.
Muertos,
nosotros estamos a sus pies.
Albañiles, electricistas, obreros;
niños, hombres, viejos.
Muertos, 
nosotros somos los otros muertos;
los condenados desde el vientre,
pero que nos negamos a expirar. 

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