domingo, 5 de septiembre de 2010

La mala educación


La vida está llena de ironías. Algunas malas, otras no tanto, pero si todas bellas. Por ejemplo, mi mamá siempre fue una excelente alumna. Mis abuelos aún guardan todos los diplomas que ganó. Primaria, secundaria, universidad. Son demasiados. ¿Y yo? A duras penas me bachilleré. Nunca fui un alumno ejemplar, pero tampoco el peor del grupo. Necesitaba esfuerzo y seguimiento, dos pilares importantes en la educación y formación de todo infante. Pero claro, estudié en un colegio privado, debería ser un mejor estudiante o profesional, ¿verdad? Bueno, al menos eso es lo que se espera. ¿Pero y la educación pública? ¿Qué pasa con todos esos chavalos en las escuelas públicas?

En la época de los 90, se privatizó la luz, el agua y la educación. Sí, la educación. Cuando se instituyó la autonomía escolar, la educación perdió valor, pues se convirtió en un negocio. Profesores corruptos, escuelas abandonadas y lo peor de todo, alumnos decadentes.  Todo se volvió un bisne: si eras mal alumno, comprabas notas, fácil; si eras un mal profesor, vendías notas, fácil. Mientras las autoridades se hacían de la vista gorda, los estudiantes nicaragüenses eran víctimas de una forzada degradación de no sólo su intelecto, sino del desarrollo de un país entero. Si comprás notas en secundaria, si comprás notas en la universidad, sos un mal estudiante, ¿y entonces qué tipo de ciudadano serías? Pero, ¿y los directores? Sabían de estos actos fraudulentos, pero a la vez, ellos mismos eran autores de un descaro mayor. El Ministerio de Educación destinaba un incentivo para aquellas escuelas con altas matrículas, es decir, les daban dinero, para gastos necesarios, como insumos. Los directores, mañosos, inflaban las cifras, reportando al Ministerio una matrícula de 500 alumnos, cuando en realidad lo máximo eran 300. Entonces, ¿y la plata que les daba el Ministerio? Esa, es una muy buena pregunta.

Pero, a mi criterio, el peor error de la entonces administración magisterial, fue la institución de la promoción automática. ¿En qué consistía? Si estabas en primer grado, pasabas a segundo. Si estabas en segundo grado, pasabas a tercero. Estudiantes sin mérito, pasaban de grado, ¿por qué? Porque sí. Y así, se perpetuaba un ciclo de mediocridad.

Cuando mi mamá estudiaba primer grado en la escuelita de Diriomo, era tan buena alumna, que automáticamente la pasaron a segundo grado. Pero no todo fue color de rosa, porque a primer grado bajaron a una niña que en ese momento cursaba el segundo grado. Parece justo, ¿verdad?, equivalencia de intercambio.  La niña que degradaron de año, no sabía lo suficiente para cursar el segundo grado, y las profesoras prefirieron tomar esa radical medida. No puedo imaginar, la frustración de esa pobre niña, apartada de sus amigos y forzada a cursar de nuevo un año por el que ya pasó. ¿Pero hoy, qué será de ella? ¿Será que detesta a esas maestras de pueblo, o entiende las razones de su decisión, y les agradece el hecho de que aprendió? Porque ese es el propósito de asistir a la escuela: aprender. Aprender, para luego trabajar, por el país.

Claro, acciones como esas eran inconcebibles en los 90, ¿y ahora? 

El Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional instituyó de nuevo la educación gratuita. ¿Todo mejoró? No, y es debido a nosotros. La educación no es menester sólo del Gobierno, es de todos nosotros. Y hablo de esto debido a la mala aceptación que han tenido ideas innovadoras en cuanto a materia de la educación, pero que son rechazadas por la población. Por ejemplo, la necesaria misión de la alfabetización, que de nuevo fue delegada a estudiantes por bachillerarse, fue mal recibida, tanto por estudiantes, como por los padres. Se tildó de "locura", la simple idea de que estos chavalos anduvieran en barrios, enseñando a leer y escribir. También, se eliminó ese estúpido mecanismo de la promoción automática, ¿resultados? Padres alarmados porque sus hijos no pasarían de grado, centros defensores de derechos humanos proclamando que se "pisoteaba la dignidad" de los alumnos. Sí, yo también siento asco de estos últimos. Por un minuto, abandonemos pensamientos egoístas, y recapacitemos, ¿de verdad queremos que nuestras hijas y nuestros hijos sean bachilleres, pero que no sepan nada? ¿Seremos padres orgullosos, con fotos de nuestros hijos con birrete, pero con nada dentro?

Por ahí escuché que la actual legislación pretende realizar exámenes de grado para los niños de primaria, específicamente de lectura. Si el niño de primer grado no sabe leer bien, no pasa a segundo. Punto. ¿Radical?, puede ser, pero es necesario. Tal vez y así, los pequeños, recuperen algo que nosotros hemos perdido: el amor por aprender.

Y escribo todo esto, porque platicando con una maestra de secundaria esta semana, me dijo "es que entran burros, y salen bachilleres." Algo debe hacerse, algo podemos hacer. Dejemos de adjudicar la tarea de educar mera y exclusivamente al sistema, pues depende de nosotros: padres, hermanos, hijos. La educación es tarea de todos. Pregunto, ¿si dentro de 20 años, vemos resurgir la Cruzada Nacional de Alfabetización, mandarían a sus hijos, o criticarían y rechazarían este rescate de la educación al prójimo? ¿Qué haríamos? ¿Tomarían la misión de educar en sus manos, o perpetuaríamos el ciclo?



 





 





 










 

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