viernes, 10 de diciembre de 2010

A María Luisa


-Léase con mucho dolor
o masticando pedacitos de vidrio
                          [(de colores)-.

María Luisa llegó.
Apareció
            [de síncope.
En un martes doce de octubre
me nació, creció y mató.
Se fue a como vino,
en staccato.
Se llevó las verdades y me dejó una boutade.

Ella,
ella quiere arte.
Quiere zaguanes con sombras rumorosas,
quiere tocar el cielo sin zancos
y que ría como los alcaravanes.

Ella no quiere sexo,
ella busca una
               [apoteosis.
Quiere forjar una amalgama de caderas
y desatar la entalpía de nuestros cuerpos
al punto en que seamos sólo menos que uno.

Ella quiere la llama de Prometeo
envuelta en yute
y amarrada con el silbido de la brisa entre los eucaliptos.
Ella quiere poesía
                     [-¡poesía!-.

Ella quiere todo lo que no puedo darle.
-Lo que no puedo
          [y no quiero darle-.    

Y heme aquí,
anunciando la revancha
-fuera de sotto voce-.
Mi desquite
será quererte en silencio,
dedicarte estos versos.
Y esperar una mañana
-de octubre martes doce-
para verte resucitar en pseudopoeta
y que una María Luisa
te desolle en líneas,  
como éstas que te escribí.

Adiós

María Luisa.
Que te vaya bien
      [-pero no mejor que a mí-.

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