Marianne viene todos los sábados y parece nunca irse. Trato de distraerme, de no pensar en algo que no sea su visita. Ni los libros, ni Rubber Soul o Carnegie Hall, nada parece provocarme el mismo efecto que ella causa en mí. Marianne es una sátrapa.
-Te amo- le digo.
-Sos un mentiroso- contesta, y saca un paquete de cigarros mentolados que fumamos en el patio.
Cada vez que le miento, siento su sabor en mi boca.
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