sábado, 11 de septiembre de 2010

El vestido de María Luisa


María Luisa hoy se vistió de tormento. Desgarró sus enaguas, botó sus velos y guardó sus sandalias de cuero de pelibuey. Salió temprano, no dijo adónde iba. Mis misiones me retuvieron más de lo que esperaba. Y  de lo que ansiaba.

María Luisa hoy se vistió de lluvia. Se escudó con el cielo, la muy condenada. No sacó rayos, los guardó en su cajita de música, al lado de la pipa, con que fuma juventud.

María Luisa hoy se vistió de sordera. No quiso escucharme. La vi al otro lado de la calle, le grité, agité mis manos en el cielo, parecía un loco jugando a atrapar ángeles. Me escuchó, volteó su regia forma hacía mí, bajó su cabeza, y retomó su rumbo. María Luisa no me quiso escuchar, yo la llamaba, pero ella no recibió mi mensaje. No estaba encriptado, ni era tendencioso, era un simple grito de auxilio.

Ojalá, ahora empieces a voltear cuando te llame, María Luisa. 




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