miércoles, 1 de septiembre de 2010

Preguntas a Dios que no requieren respuestas



Decidme, al darnos tanta libertad,
¿qué pensasteis, oh Padre,
allá sentado en tu cosmos divino?
Yo no quiero abandonarte,
pero es fácil si no estáis conmigo.

No quiero, Padre Celestial,
pareceros atrevido,
¿pero dónde están mis hermanos?
¿Descansan en tu regazo dormidos?
¿O son sólo mártires de rostros en pedazos?

¿Quién reposará entonces,
si Pinochet se sentó a vuestra diestra,
Oh Creador,
a vuestra ambicionada siniestra?
¿Areas, Uribe o Calderón?

Si nos disteis el milagro del sexo,
¿por qué el placer es pecado,
por qué mi carne es profana?,
¿seré acaso perdonado,
¿cómo vuestros incubos con sotana?

Y cuando mandasteis tu esperanza,
aquella noche de marzo,
junto a vuestro mensaje de amor,
¿qué pasó con vuestro heraldo?
¿Por qué no nos escuchó?

Y vuestros más preciados tesoros,
¿dónde los tenéis escondidos,
guardados con recelo desde la antigüedad?  
¿Preferiréis las tablas del pacto divino,
o esta quimera llamada humanidad?

Vuestros jinetes se vanaglorian por el mundo,
¿por qué ya no reposan,
los preparáis para la desgracia?
¿Acaso cambiasteis su forma,
con los motes de sociedad y democracia?

Y al hijo de Bera,
¿no lo ajusticiarás con el fuego abrasivo?
No busquéis en vano al bondadoso Lot,
hacedle ver que aún eres un Dios vengativo.
¡La nueva Sodoma está la norte, mi Señor!

¿Ya olvidasteis aquella noche,
de vuestra matanza en Egipto?
¿Olvidasteis todo ese dolor?,
¿no escucháis ahora todos esos gritos?,
¿desatasteis de nuevo vuestra plaga mayor?

Decidme, ¿no estáis aburrido,
Creador del Hombre,
de que os alaben y veneren todos los días,
bellos querubines de alas multicolores?
¿No preferiríais escuchar nuestra agonía?

No hay comentarios:

Publicar un comentario